Si hacemos una búsqueda rápida en internet, todavía al día de hoy predominan las imágenes de hombres dirigiendo equipos o grupos de trabajo, o de dibujitos masculinizados o corporativos conduciendo a otros hacia el logro de metas. Inténtalo, haz tu propia búsqueda, y verás de lo que estamos hablando.
Los resultados cambian si le agregamos la palabra “femenino” a la búsqueda. También si utilizamos otros términos como “gerente” en distintos idiomas como el inglés (manager).
¿Importa esta diferencia?
Sí. Es una manifestación a simple vista de la existencia de sesgos y estereotipos en nuestras formas de pensar, y de cómo éstos se reproducen en los distintos entornos, medios de comunicación y redes sociales, e incluso en las nuevas tecnologías como la inteligencia artificial.
Una palabra aparentemente neutral como “liderazgo” está cargada de expectativas y condicionada por normas sociales de género y transmite mensajes sobre lo que supuestamente es aceptable o posible en un contexto determinado.
Pero esto no refleja la realidad, y no significa que las mujeres no sean o no puedan ser líderes. Significa que hay trabajo por hacer para que el liderazgo de las mujeres sea visible, efectivo y reconocido; y para que la palabra liderazgo deje de asociarse colectivamente con la idea de un hombre de traje y corbata.
Liderar en el mundo del trabajo no significa tener un puesto de autoridad o mando. La gestión de recursos para el desarrollo de las propias comunidades, el involucramiento activo en la protección de recursos naturales o la participación en espacios para promover la igualdad es liderazgo, aunque no siempre se reconozca como tal.
Si bien el liderazgo no sólo se ejerce desde los puestos gerenciales o de mando, el ámbito empresarial y económico tiene mucho que ganar de una mayor paridad y representación de mujeres en esas posiciones.
La paridad de género redunda en beneficios económicos para todos en las sociedades. Estimaciones del McKinsey Global Institute indican que avanzar en la igualdad de las mujeres podría aumentar en un 26% el PIB anual global de 2025.
Datos del BID confirman también que la presencia de mujeres en posiciones de liderazgo “visibiliza experiencias anteriormente consideradas como invisibles, así como intereses, prioridades y perspectivas diferentes a los de contrapartes masculinas”. Además, hay evidencia de que los liderazgos más diversos toman decisiones más fundamentadas en hechos, lo cual resulta en mejores resultados y ganancias.
Pero la realidad de la región y del mundo da cuenta de un potencial perdido en cuanto al liderazgo de las mujeres en el ámbito económico. En América Latina y el Caribe estudios en empresas de la región demuestran que hay una “Olimpíada Desigual” en el ámbito del liderazgo corporativo: para 2021 la presencia femenina en los puestos de decisión más altos fue de apenas el 25%, y solo el 11% de las empresas tienen a una mujer ocupando el puesto de gerente principal.
Vemos cifras parecidas en el sector público de la región, donde solamente el 23,6% de los puestos de más alta jerarquía, equivalentes a un ministro, son ocupados por mujeres de acuerdo con un reciente estudio del BID.
Las mujeres siguen estando subrepresentadas, además, en los sectores industrial y tecnológico donde ha aumentado la generación de empleos de calidad en la región, es decir, empleos bien pagados y formales. Por el contrario, el empleo de las mujeres se concentra en sectores con empleos de calidad más baja como el de servicios, cuidado doméstico o ventas al por menor.
No podemos esperar más de un siglo, -la cantidad de tiempo que tomaría al mundo cerrar brechas de género en el ámbito económico según el Foro Económico Mundial– para impulsar el crecimiento. Sabemos que la formación de habilidades es clave para promover el liderazgo femenino; pero, ¿cuáles cultivamos y cómo las escalamos?
Si bien no hay consenso sobre cuáles o cuántas habilidades se necesitan para configurar un liderazgo efectivo, sí se sabe que son un subconjunto de habilidades socioemocionales que se aprenden y se pueden desarrollar y cultivar.
Algunas habilidades que pueden ayudarnos a equipar a las mujeres para el liderazgo son:
Múltiples evaluaciones confirman los efectos positivos en el empleo, las oportunidades de crecimiento laboral, los ingresos y la calidad del trabajo de los programas de capacitación que combinan la formación de habilidades técnicas con habilidades socioemocionales; efectos que son más evidentes entre las mujeres.
Para acelerar el camino a la igualdad, necesitamos masificar y multiplicar los espacios en los que se desarrollan y fortalecen las habilidades de las mujeres, incluidas las de liderazgo. Estos espacios pueden adoptar distintos formatos: mentorías individuales o entrenamientos colectivos, presenciales o virtuales, como el curso MOOC Liderazgo femenino: potencia tus habilidades e impulsa el cambio, que ofrece el BID de manera gratuita.
Desde el BID estamos comprometidos a seguir identificando los liderazgos de las mujeres, reconocerlos y visibilizarlos. Vamos a seguir contando sus historias y ofreciéndoles las oportunidades para desarrollar sus habilidades, porque su potencial transformador es demasiado valioso para desaprovechar.
Extraído del Blog BID – escrito por Laura Ripani – Nancy Argueta – Yyannú Cruz Aguayo